Llevo una buena temporada trabajando en Barcelona. El espacio es mucho más reducido que el que tengo en Valladolid, pero me calma saber que los formatos más grandes del proyecto parecen haber pasado ya. Aunque no me cabe duda, que algún cuadro de gran formato más habra en el dossier final.
Me gusta cambiar de paisaje, de ambiente, cada cierto tiempo. Esto suele producirme una corta fecundidad creativa, que desemboca en una crisis... Pero como todas las crisis, esta también es el embrión de un nuevo esplendor.
Llevo unos días leyendo y escribiendo más de lo normal. Suele ocurrirme casi todos los Veranos... Y escribiendo, me ha surgido una idea bastante inquietante:
Estoy escribiendo sobre un
joven pintor que dando clases en un colegio, se enfrenta a una duda inquietante
de un pequeño alumno, que se convierte en su propia duda. Este niño le pregunta
sobre ¿Por qué dibujamos con líneas si estás no existen? ¿No son estas líneas
una frontera imaginaria? Divisiones que el propio humano realiza para
clasificarlo todo. Y si es así... ¿Cual es la mínima frontera admitida?
Dividimos planetas, países, ciudades, personas, miembros del cuerpo... Células... Si es así y la mínima división es una fracción que no podemos apreciar...
¿No volveríamos otra vez al comienzo? A la apreciación de un todo en el que no
se distinguen fronteras... A las "no líneas" del dibujo en la realidad.
Espacio Paredón es en mi opinión el mejor cuadro que hice en mis años de estudiante, si no el mejor cuadro que he hecho. La subdivisión del cuadro es clara y sin embargo muy complicada. La fuerza y limpieza de los blancos, nos conducen por una atmósfera casi de nebulosa. Las líneas funcionan como parte misma de la huella formada en el proceso de creación. Me he acordado de esta obra ante las dudas del "alumno".
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